martes, 22 de enero de 2008

Más sobre la enseñanza

Por Fátima Cobas Gamallo - Pontevedra - EL PAÍS,18/12/2007
Cada vez que alguien ajeno a la enseñanza se compadece de nosotros, y por tanto de nuestros alumnos, todos conejillos de indias, nos emociona. Soy una profesora de instituto que participó ¿voluntariamente? en la implantación de la ESO en el curso 1993-94. Desde el primer momento y con una rápida ojeada a aquella nueva ley supimos lo que se nos avecinaba, y en tantos cursos, congresos, jornadas en los que tanto mis compañeros como yo participábamos, se nos acallaba en cuanto cuestionábamos su eficacia.
Hoy, 20 años después, como profesores se nos exige rigurosa puntualidad en la entrega de programaciones, memorias, con todo el palabrerío de la ley (ay de quien siga utilizando un vocabulario anterior a las re-re-re-reformas), ser punteros en las nuevas tecnologías (pagándote de tu bolsillo los cursos de informática), ser expertos en educación vial, sexual, en drogodependencias..., pero ¡ojo! que no se nos caiga un alumno en clase de Educación Física o rompa un dedo en una salida didáctica, se nos caerá el peso de la ley y de los padres (esos desconocidos, en buena parte). Tenemos departamentos de Orientación y profesores de Pedagogía Terapéutica que se preocupan de los alumnos con necesidades especiales, en grupos de tres o cuatro, y nosotros tenemos a todos juntos, veinte o treinta, con la exigencia de la aplicación de adaptaciones curriculares, pero siempre inclinando la balanza hacia los mismos.
Señora ministra, ¿y los que quieren llegar a la Universidad o a un ciclo superior con una excelente preparación o simplemente saber? ¿Les harán también una adaptación curricular al comenzar sus estudios superiores? Venga a visitar a los centros, hable con los obreros, olvide los sindicatos, ellos ya olvidaron la tiza hace muchos años, y pregúntese ¿cuántos profesores votan en las elecciones sindicales y por qué?.

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