domingo, 10 de febrero de 2013

Sigo aquí

Han pasado más de dos meses sin escribir ni dar señales de vida en este blog. Para los amigos y más conocidos el motivo es sabido: el 2 de diciembre recién levantado me precipité por las eslaceras de casa con la mala fortuna de roturas múltiples en la cara, cráneo, clavicula y lo peor de todo, tres vertebras.
El motivo de la caída será de por vida una incógnita, aunque seguro que me dio una baja de tensión o un pequeño mareo pues no recuerdo absolutamente nada y no intenté para nada parar la caída (de hecho en manos y brazos es donde únicamente no he tenido herida alguna).
Después de la caída la hospitalización y demás: más de cuarenta días en reposo e inmovilización absoluta que te dan tiempo para pensar, meditar (maldecir en algunos momentos), pero sobre todo para valorar: durante el tiempo transcurrido desde esta desafortunada caída he tenido mucho, pero que mucho tiempo para observar y meditar, ¿qué?
Pues he aprendido y he vivido, a mis más de cincuenta años, experiencias diferentes: el fallecimiento de mi madre de la que no he podido ni despedirme, dolor que llevaré mientras viva; también ha podido ver el cariño (muchísimo más del que podía pensar) de familia, amigos, compañeros y conocidos que insistentemente se han estado interesando por mi estado y por mi evolución ante  el accidente sufrido. Todo esto algo ha cambiado en mi interior y me ha hecho variar sustancialmente mi escala de valores; doy gracias a Dios por sobrevivir a semejante accidente y por terner una segunda oportunidad que intentaré afrontar de otra y mejor manera.
De los amigos (y salvo contadas excepciones) he recibido el cariño y dedicación que jamás hubiera soñado: han estado permanentemente a mi lado animándome y ayudando en todo. Estos días me han servido para reafirmar mis espectativas ante ellos, que han respondido más que bien a lo mejor que en cualquier momento hubiera podido esperar de ellos.
Para la familia no tengo palabras: todos sin excepción han estado permanentemete preocupados por mi evolución ayudando cada uno en la medida de sus posibilidades, llamando, ofreciéndose para colaborar en todo lo necesario, animando,...
Pero en cuanto a la familia más cercana tengo que detenerme un poco más: mis dos hijos, Belén y Norberto Jesús, han estado perdiendo trabajo y estudios respectivamente, a costa de hacer muchos kilómetros, para procurar estar permanentemente a mi lado preocupados por mi evolución y ayudando continuamente en todo lo que hiciera falta, demostrando en todo momento el cariño más sincero, bonito y real que cualquier padre pueda esperar y desearía recibir, como yo he tenido la suerte de comprobar ya que me lo han demostrado fehacientemente.
Y para ir finalizando me falta mencionar a mi esposa, Rosa: la que se llevó la peor parte del accidente al encontrarme inconsciente en la escalera y supo como actuar eficazmente; la persona que ha estado permanentemente veincicuatro horas diarias, día tras día, pendiente constantemente de mí; la persona a la que durante estos más de dos meses no le he visto ni escuchado un mal gesto o una mínima queja; la persona que me ha cuidado como a nadie se le podría hacer mejor; la persona que siempre me ha estado animando cuando me ha visto decaer un poco en mi ánimo; la persona que después de casi treinta años casados ha demostrado el amor que me profesa; en definitiva, la mejor perosna que jamás hubiera podido soñar tener como compañera.
Ahora que voy recuperándome termino esta entrada dando las gracias a todos los que me habéis ayudado en esta difícil circunstancia, y en especial a mis hijos y a mi esposa, a los que no sabré nunca como agradecer todo el amor y entrega que me han dado.
Aquí sigo, a vuestra disposición.