miércoles, 4 de enero de 2012

La culpa ¿los funcionarios?

A continuación transcribo, sin ánimo de ofender a nadie, una carta escrita por un funcionario del grupo A donde se expresa con absoluta claridad como se intanta culpar de todo lo que está pasando a los únicos que no tuvimos nada que ver. Hablando claro: nos jodieron entonces y ahora ¿fuimos nosotros los responsables de tantos y tandos desmanes?

Resulta que en la década prodigiosa del pelotazo, cuando media España se lo llevaba calentito a casa, cuando un encofrador sin estudios se embolsaba tres mil euros, cuando hasta el último garrulo montaba una constructora y en connivencia con un par de concejales se forraba sin cuento, cuando un gañán que no sabía levantar tres ladrillos a derechas se paseaba en Audi, los funcionarios aguantaban y penaban. Nadie se acordaba de ellos. Eran los parias, los que hacían números para cuadrar su hipoteca, hacer la compra en el Carrefour y llegar a fin de mes, porque un nutrido grupo de compatriotas se estaba haciendo de oro inflando el globo de la economía hasta llegar a lo que ahora hemos llegado. 
  
Y ahora que el asunto explota y se viene abajo, la culpa del desmadre… es de los funcionarios. Los alcaldes, diputados y senadores que gobiernan la cosa pública a cambio de una buena morterada no son responsable de nada y nos apuntan directamente a nosotros: somos demasiados, hay que ultracongelarnos, somos poco productivos. Los responsables bancarios que prestaron dinero a quienes sabían que no podrían devolverlo tampoco se dan por aludidos. Todos los intermediarios inmobiliarios, especuladores, amigos de alcalde y compañeros de partida de casino de diputado provincial no tenían noticia del asunto. Nosotros sí. Como diría José Mota: ¿Ellos? No. ¿Nosotros? Si. ¿Siendo así que ellos? No. Por tanto, ¿nosotros? Si. 
  
La culpa, según estos preclaros adalides de la estupidez, es del juez, abogado del estado, inspector de hacienda, administrador civil del estado que, en lugar de dedicarse a la especulación inmobiliaria a toca teja, ha estado cinco o seis años recluido en su habitación, pálido como un vampiro, con menos vida social que una rata de laboratorio y tanto sexo como un chotacabras, para preparar unas oposiciones monstruosas y de resultado siempre incierto, precedidas, como no podía ser de otra forma, de otros cinco arduos años de carrera. Del profesor que ha sorteado destinos en pueblos que no aparecen en el mapa para meter en vereda a benjamines que hacen lo que les sale de los genitales porque sus progenitores han abdicado de sus responsabilidades. Del auxiliar administrativo del Estado natural de Écija y destinado en Barcelona que con un sueldo de 1000 euros paga un alquiler mensual de 700 y soporta estoicamente que un taxista que gana 3000 le diga joder, que suerte, funcionario. 
  
La culpa es nuestra. A poco que nos descuidemos, nosotros los funcionarios seremos el chivo expiatorio de toda una caterva de inútiles, vividores, mangantes, políticos semianalfabetos, altos cargos de nombramiento digital, truhanes, pícaros, periodistas ganapanes y economistas de a verlas venir que sabían perfectamente que el asunto tarde o temprano tenía que petar, pero que aprovecharon a fondo el momento al grito de ¡mientras dure, dura! y que ahora, con esa autoridad que da tener un rostro a prueba de bomba, se pasan al otro lado del río y no sólo tienen recetas para arreglar lo que ellos mismos ayudaron a estropear, sino que, además, han llegado a la conclusión de que los culpables son... ¡taaa chan!...¡los funcionarios!
  
Soy funcionario. Y además bastante recalcitrante: tengo cinco títulos distintos. Ganados compitiendo en buena lid contra miles de candidatos. ¿Y saben qué? No me avergüenzo de nada. No debo nada a nadie (sólo a mi familia, maestros y profesores). No tengo que pedir perdón. No me tocó la lotería. No gané el premio gordo en una tómbola. No me expropiaron una finca. No me nombraron alto cargo, director provincial ni vocal asesor por agitar un carnet político que nunca he tenido. 
  
Aprobé frente a tribunales formados por ceñudos señores a los que no conocía de nada. En buena lid: sin concejal proclive, pariente político, mano protectora ni favor de amigo. Después de muchas noches de desvelos, angustias y desvaríos y con la sola e inestimable compañía de mis santos cojones. Como tantos y tantos compañeros anónimos repartidos por toda España a los que ahora algunos mendaces quieren convertir, por arte de birli-birloque, en culpables de la crisis. 
  
Amigos funcionarios, estamos rodeados de gente muy tonta y muy hija de puta.  PD. Si alguien, en cualquier contexto, os reprocha -como es frecuente- vuestra condición de funcionario os propongo el refinado argumento que yo utilizo en estos casos, en memoria del gran Fernando Fernán-Gómez: "Váyase usted a la mierda, hombre, a la puta mierda."
 

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Aunque no soy un gañán, ni me considero un garrulo, ni me paseo en un Audi, estudios tengo pocos y nunca he ganado tres mil al mes, a pesar de todo eso, tengo que decir que me dedico a la construcción desde hace cerca de 30 años.
De lo que sí puedo presumir es de tener educación, que me la dieron mis padres y no mis maestros, y aunque os resulte sorprendente, no abdicaron de sus responsabilidades. Me considero un buen profesional en mi oficio que me lo he currado aún sin tener estudios.
Parece increíble que los funcionarios quieran hacer suyo y solo suyo el esfuerzo de salir de esta puta crisis. Hay mucha gente implicada de todos los gremios, trabajadores, empresarios, comerciantes… a los que no se les puede congelar el sueldo (a veces ni lo hay) ni reducir gastos en sus empresas (están bajo mínimos).
Yo por el contrario de lo que dice este hombre en su carta, no puedo decir que estemos rodeados de gente muy tonta y muy hija de puta (los políticos corruptos, los políticos cobardes, los banqueros oportunistas y la aristocracia del barrio no se confunden con la gente corriente) y si alguien, en cualquier contexto, me pueda reprochar mi condición de trabajador de la construcción, también hago mía la frase del gran Fernando Fernán Gómez “Váyase usted a la mierda, hombre, a la puta mierda”

Desde aquí animo a la gente de todos los gremios, que sin ser funcionario, aún lucha, trabaja y contribuye a salir de esto, que haga suya la frase.
“VAYASE USTED A LA MIERDA, HOMBRE, A LA PUTA MIERDA”

Anónimo dijo...

Interesante reflexión, completamente de acuerdo